domingo, 3 de octubre de 2010

Comida árabe y turca

La Ratona Viajera extraña algunos sabores que probò durante sus viajes a Egipto y Turquía. Es cierto que le encantó la experiencia, salvo que las calles eran harto peligrosas para ella debido a la abundancia de gatos. Es que, al ser el perro un animal poco popular ("perro" es un insulto de la peor especie, si no que lo diga Bush), los gatos son señores de las calles, caminando por ellas como en las nuestras los canes y haciendo lo mismo en las bolsas de basura. Tal vez por eso la dejaron tranquila y ninguno intentó usarla como postre. Además, la Ratona es experta luchadora y varios gatos habrían terminado desbigotados de haberla atacado.
Por eso se alegró al encontrar puntos de comida oriental. El primero es el Tarboush, ubicado en Diagonal 358, frente al parque Kennedy en Miraflores. Trepó sin trabajo a una mesa frente a un mural con la imagen de Petra y probó con delicia un café árabe, con cardamomo, tan sabroso que no necesitó echarle azúcar para paladearlo. Acto seguido, pidió un shawerma de cordero, sabroso, que no tiene el habitual gusto grasoso de esta carne al enfriarse. El de pavo también es apetecible, muy ligerito al gusto. Por si no lo han probado antes, es una pieza de carne que se asa con lentitud y se va cortando en lasquitas sabrosas y acompañadas de una salsa de garbanzo fría. ¡Ñam! Eso sí, el servicio es algo lentejo.
El otro punto es el Tierra Santa, en Schell 354, Miraflores (a media cuadra de Larco). La ratona prefiere el falafel, unas bolitas verdes de lenteja, crocantes por fuera y blandas, olorosas y sabrosas por fuera, acompañadas por una salsa de yogurt. También royó con gusto un shish kebab (como nuestros anticuchos, pero de cordero o pollo, con verduras intercaladas) muy sabroso y recomendable. Cuidado con el servicio; los mozos peruanos son amables, pero el dueño tenía trato de gato; creo que no habla bien aún el castellano o que no recuerda que la gesticulación y las vocalizaciones vivas y altas, habituales en Oriente, no son bien tomadas aquí en Perú.
El Café Beirut, en José Olaya 208, tiene una opción interesante para los no iniciados; una simpática bandejita que reúne 4 platos y permite picar entraditas sin riesgo.
Y por último, en Arequipa, en la calle San Francisco (donde se asentàron una buena cantidad de restaurantes simpáticos) están las cafeterías El Turco. Según me dijeron, el dueño es estambulí y ni su kebab, su café ni su shawerma (algo diferentes en gusto de los árabes) han perdido su sabor al venirse de tan lejos. El servicio es amable y explica al cliente la composición de los platos y hace sugerencias inteligentes. Tras de una noche fría de mayo, la Ratona recuperó calor con una tacita de café turco, sabroso hasta la última borra, que la entibió hasta la puntita de la cola. ¡Ñam!
Si quieren viajar por medio de la comida a estos trozos de Oriente, vayan y prueben. La Ratona recordó sus mejores días en Estambul y El Cairo con cada plato y sus entretenidas tardes con cada sorbo. Hagan la prueba...

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